Leonor está esperando en la puerta.
-¡Al fin llega alguien!
-¿Pero cómo? Si hoy vengo de pura casualidad…
-¿no se acuerda?
-¿De qué?
-¡De la fiesta del renacimiento, pues!
-¡Diantres! Me había olvidado por completo. Entro. Todo se
ve reluciente e iluminado. Leonor me trae un vino acompañado por empanaditas de queso recién hechas. Las
saboreo con gusto. Están exquisitas. Pronto, me trae más pues he dado buena
cuenta de lo anterior en un minuto. Si estamos de fiesta, no tengo ánimo para
evitar excesos (que se traducirán en mayor ruedo de la cintura).
El quinteto de jazz ha comenzado a tocar desde el escenario
y justo ahora, hace su entrada Elvi, entre risas,con un grupo de amigos, avanzando espléndida, con un vestido verde
cubierto de lentejuelas, haciendo lucir el bronceado del cuerpo, con zapatos y
bolso de cuero de cocodrilo, también verdes, sin dejar de notar que la sombra
de ojos es de un verde metálico y que las uñas lucen un color plateado que se
repite en el collar y pendientes. Werner la recibe con galantería,
acompañándola a una mesa adornada con amarillys.
Ahora, un toque de la trompeta destaca el ingreso de Aby,
avanzando ágilmente con su estupenda figura y una gran sonrisa y también
acompañada de un grupo de amigos, con un
vaporoso vestido formado por varias capas de distintos tonos de gasa azul,
collar de turquesas, sandalias plateadas, la melena brillante hasta los
hombros, los brazos con pulseras de lapislázuli, precioso bolso bordado. Werner
se inclina ante ella y escolta al grupo hasta una mesa en cuyo centro destaca
un florero bajo cubierto de gardenias.
El saxo modula una secuencia larga y aparece Marsa con
algunos acompañantes, luciendo muy bella un vestido rojo que destaca su bella
piel nacarada, adornada con collar y pendientes de brillantes; zapatos y
cartera de charol del mismo color; los labios en rojo fuego; el garzón recibe
el abrigo que viene del invierno y Werner con una mirada apreciativa, la
conduce hasta su mesa embellecida con tulipanes.
Al final del solo del clarinete, atraviesa el umbral Fidel
entre amigos, muy garboso y totalmente vestido de blanco, con corbata rayada
rojo/azul, camisa celeste, zapatos de cuero trenzado. Avanza quitándose el
sombrero de paja clara y Leonor se adelanta a recibirlo y guía al nuevo grupo
hasta una mesa arreglada con orquídeas.
Termina el tema musical y justo cuando se produce un
silencio, ingresa Galvarino-Rolando-Fridolin, se detiene una instante, quizás
cegado por la luz, despojándose de abrigo, bufanda, gorro de piel y guantes,
todo vestido de negro. Viene solo.
Con una sonrisa de complicidad, Leonor se le acerca para
saludarlo y ambos avanzan hasta una mesa en un rincón, en cuyo centro lucen
rosas rojas.
Desde mi rincón, nadie me ve, de lo que me alegro porque no
llevo nada cercano a una tenida de fiesta.
Comienzan los asistentes a ser servidos y prontamente
deciden todos, de común acuerdo, unir las mesas para tener mayor cercanía,
mientras el conjunto toca casi sin respiro entre pieza y pieza.
Ya todos se conocen y la primera pareja se levanta para
bailar.
El asunto marcha y en ese momento decido pasar de
desapercibida a invisible y me marcho, muy contenta de que esta fiesta se esté
celebrando.
Mañana pasaré a preguntarle detalles a Werner y Leonor.
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