viernes, 29 de abril de 2011


Tarde de ayer, esperando que se iniciara una clase de poesía en el local de la Central Unica de Trabajadores, la recuerdo hoy con un martini de mediodía, mientras en la calle atruenan las voces de los escolares del colegio vecino en el paradero de buses, pasan los vehículos haciendo temblar los muros y tiritar los vidrios y pienso en este día a día rutinario, juntando fuerzas para seguir batiendo el tambor.

viernes, 22 de abril de 2011

Hace 52 años en Semana Santa




Un solo recuerdo atado a la Semana Santa atraviesa la bruma del tiempo.
Esa fecha era la justa para la gente pobre como nosotros que no podíamos costear la entrada a un concierto, pues las radios se dedicaban a trasmitir sólo música religiosa y también la llamada “clásica”. Invité a un amigo a la casa donde vivia, ya que el no tenía radio, y nos instalamos a escuchar en un rincón discreto para no molestar a los demás. Allí nos pasamos el día, sin interrupciones aparte de preparar unos bocadillos, sumergidos en la música que parecía abrir otro mundo y llevarnos, ingrávidos, por un espacio diferente, formando parte de esa maravillosa sucesión de sonidos.

Él provenía de una familia judía, yo de una católica, ambos agnósticos.

Me parece escuchar ahora su profunda voz, hace años enmudecida, entonando el “Tuba mirum spargens sonum” del Réquiem de Mozart…

lunes, 11 de abril de 2011

Amadeo interpreta viejas melodías y Maya se apoya en mi pecho mientras bailamos. En la mesa, Genoveva apunta impresiones sobre su viejo cuaderno y Pilar dormita, quizás soñando con nuevos versos que le inspiran estos encuentros en la tercera fase de la noche, cuando ya todos bebemos sólo lo que la bella Leonor, ya un poco ajada, se digna ofrecernos. Así, casi en silencio, a veces sonriendo, a veces murmurando antiguas confidencias, a veces con sollozos casi inaudibles, vamos esperando la penumbra de la aurora. Con la llegada de la luz nos iremos a dormir. Aquí, diseminados en sofás, sillones, alguna cama desvencijada y enorme que quedó olvidada desde los tiempos de Grace y algún apuesto mancebo.
Ah! Las nostalgias! De repente se transforman en realidad tangible y corporal. Cuando tía Laura aparezca, este Café estará desierto y en silencio. Leonor aparecerá con los ojos aún cargados de sueño. Pero yo soy de aquí, me confiesa con la mirada resignada. Ya me tocó en suerte este destino. Jamás saldré de aquí, y además no lo deseo. Sin el Mozart es como si yo no existiera. Tal vez tiene razón. La beso dulcemente y apuramos la última copa de vino. Ya viene la luz del amanecer.

domingo, 10 de abril de 2011

Un café al pasar

Y pasar a la carrera en una noche fría preludiando el otoño que aún no se había manifestado, viniendo a saludar a las sillas y las mesas del café, pedir una cerveza a Leonor y saborearla poco a poco (ya que era la última de su provisión), mientras miro el reloj que me recuerda que tendría que estar en otra parte haciendo otras cosas que han quedado postergadas.
Ya no sé que pasará con este café, es posible que se convierta en otra cosa; por ahora está con su puerta entornada, en las cubiertas de las mesas descansa el polvo de los días, el piano está cerrado, Werner no ha venido más.
Pienso en alguna razón para celebrar. Y bueno, encuentro una, pero es personal. No importa. Se trata del cumpleaños de mi hija, es mañana y no quiere una celebración tradicional, quiere salir al campo. Ay, el campo me pone triste, ignoro la razón.
Lo más cercano a la naturaleza que conozco son los pocos centìmetros de tierra con que cuento alrededor de mi casa para plantar lo que se contente con poco y absorba los gases de los motores de los vehículos que hacen vibrar la pequeña casa cuando pasan. Mañana entonces, iremos a algún lugar alejado para celebrar un aniversario más de una llegada al mundo.