Me estoy tomando un "clavo oxidado" horrible nombre para la unión de una parte de drambuie y otra de whisky. El barman le puso demasiado hielo para que no me alborotara la pensadera.
Estas fotos son del bar de la casa de una amiga que nunca se aventura por aquí porque internet y ella no se hablan. Tiene demasiadas cosas en que ocuparse para que le alcance el tiempo para esto.
No he salido casi de casa, de manera que el día se compone de ver, por ej. cómo se abre una flor de cactus y cómo decae en la misma tarde, en ver a la misma tórtola instalada en un cable de la calle, a la misma hora siempre, el sol de la tarde dándole colores que no tiene, el paseo diario del condenado perro, el riego de las plantas, mejor dicho: los matorrales.
Y el perfume de esas flores llamadas dondiego de la noche, que se abren cuando se va el sol y se van cerrando cuando vuelve por la mañana y el perfume trae a quien me regaló las semillas hace tantos años, advirtiéndome que se propagaban por todos lados.
Así ha ocurrido y por todos lados salen y alegran la tarde con sus colores. Ay, maestro Rafael, que se me ha ido entre los dedos, ese hombre encantador, inolvidable a quien no pude convencer que escribiera sobre si mismo, sobre esa vida suya tan rica en sensaciones, un poco maniático, claro está, pero esos son detalles.