No puedo poner imágenes porque tienen copyright. El vocero de un grupo terrorista se enorgullece de la exitosa misión de uno de sus militantes, gracias a la ayuda de Alá. Amparado por la oscuridad, penetró a la fuerza en la casa de una familia judía, asesinando al padre que dormía junto a su bebé de 3 meses, a la mujer y a otros dos niños pequeños, acuchillándolos. Luego regresó por donde había venido. Al conocerse la noticia, los palestinos lo han celebrado ruidosamente. Ahora los soldados israelíes tratan de encontrar al o los asesinos.
Ya no se trata de criminales solitarios, ni mucho menos, es todo un estado que pretende socavar el espíritu de un país instalado en su territorio por decisión internacional. Estos actos demenciales contra civiles inocentes se vienen perpetrando desde hace demasiado tiempo y no hay ninguna solución al horror.
Es repulsivo observar la alegría desbordante que sienten algunos pueblos ante estos actos. Recuerdo las reacciones festivas de países árabes después de los ataques a las Torres Gemelas.
Cuando el 11 de septiembre nuestro, el de 1973, estábamos mirando televisión. Una vecina llegó a ver. Era una jubilada reciente, alrededor de 60 años. Dieron la noticia de la muerte de Allende y la mujer se lanzó a reír y bailar alrededor de la sala, como una posesa, sin preocuparse para nada de las demás personas que allí estaban. ¿Qué tenía en contra del doctor Allende?
Pero cuando todo un pueblo tiene esa reacción ante una matanza, una se horroriza de los seres humanos.
(Antes de conocer esta noticia, mi única preocupación era qué hacer con unos huevos. Una mariposa blanca había puesto huevos al reverso de un par de hojas de una pequeña planta de espuela de galán. Aparecerán las larvas, se comerán todas las hojas y terminarán muriendo. Ya otros años he hecho todo lo posible para adaptarlas a otras plantas, han sobrevivido una o dos, pero no han logrado llegar a convertirse en crisálida siquiera. Debo decidir: destruyo los huevos y salvo la planta o los dejo y morirán planta y larvas.)
Ya no se trata de criminales solitarios, ni mucho menos, es todo un estado que pretende socavar el espíritu de un país instalado en su territorio por decisión internacional. Estos actos demenciales contra civiles inocentes se vienen perpetrando desde hace demasiado tiempo y no hay ninguna solución al horror.
Es repulsivo observar la alegría desbordante que sienten algunos pueblos ante estos actos. Recuerdo las reacciones festivas de países árabes después de los ataques a las Torres Gemelas.
Cuando el 11 de septiembre nuestro, el de 1973, estábamos mirando televisión. Una vecina llegó a ver. Era una jubilada reciente, alrededor de 60 años. Dieron la noticia de la muerte de Allende y la mujer se lanzó a reír y bailar alrededor de la sala, como una posesa, sin preocuparse para nada de las demás personas que allí estaban. ¿Qué tenía en contra del doctor Allende?
Pero cuando todo un pueblo tiene esa reacción ante una matanza, una se horroriza de los seres humanos.
(Antes de conocer esta noticia, mi única preocupación era qué hacer con unos huevos. Una mariposa blanca había puesto huevos al reverso de un par de hojas de una pequeña planta de espuela de galán. Aparecerán las larvas, se comerán todas las hojas y terminarán muriendo. Ya otros años he hecho todo lo posible para adaptarlas a otras plantas, han sobrevivido una o dos, pero no han logrado llegar a convertirse en crisálida siquiera. Debo decidir: destruyo los huevos y salvo la planta o los dejo y morirán planta y larvas.)