Albricias!!! De repente, tras miles de intentos se abre la puerta del Mozart y logro entrar. Leonor me echa los brazos al cuello y Amadeo se levanta y avanza con torpeza hasta mis brazos. Hermano, murmura con voz aguardentosa. Y nos fundimos en un abrazo que habla de años y cosas nuestras.
Me siento y Leonor avanza con una botella de Carmenere de Pelequen, mi pueblo añorado. Viene secándose los ojos con el borde del delantal.
Aquí me quiero quedar, con mis amados fantasmas y esperaré a que venga mi tía. Ya la he llamado, dice Leonor. Casi no hablamos, todo son susurros y risas tontas. Esas risas que a uno le salen cuando la emoción se desborda y las palabras no sirven.
Pregunto por cada una de las damas tan queridas. Aby, Elvi, Marsa y por las antiguas: Genoveva, Gigi, Maya, y tantas que algún día fueron...pues tal vez en este tiempo hayan aparecido por aqui a tomar una copa. Pregunto por Fidel y hasta indago por el recordado doctor Caligari. Cielo! ve poniendo al horno un pescadito del Pacífico. Congrio? sí, cariño. Y vamos preparar el trago ese que bebe mi tía, drambuy con algo... Aquí me sentaré a esperarla, que tarde o temprano entrará por esa puerta. Amadeo se sienta ante el piano y desgrana tembloroso las notas de la Heroica de Beethoven y siento que mis ojos de humedecen.
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