Terminaba recién de regar cuando comenzó la lluvia. Nada quedará de las flores del ciruelo. Siempre me ocurre lo mismo. Se ve la tierra reseca, las hojas languidecen, me dan pena, riego y ¡zas!
Hoy tendría que hacer muchas cosas, pero me abruman y he venido al café porque está abandonado. Leonor me sirve un ron cola, será poco imaginativo, pero me da ánimos.
Durante la feria del libro - bastante venida a menos - que se realiza aquí, estuvo un escritor de moda, Pablo Simonetti, best seller. No estuve presente durante su entrevista y exposición, pero supe que encantó a todos: un tipo alto, guapo y relativamente joven (cuarenta y algo). Por curiosidad, leí su primera novela y estoy terminando otra. Me doy cuenta que el éxito se basa en gran medida en la personalidad del autor, su exhibición, entrevistas, fotos, historia. Es homosexual y eso atrae como curiosidad. Pero sus textos me desilusionaron, esperaba algo nuevo, pero sus novelas parecen estar basadas en tantas otras de probada eficacia. ¿Es que algo nuevo se puede expresar? Su éxito puede deberse al retrato de la clase media llena de prejuicios donde muchos se pueden sentir reflejados. Casi podría decir que me deprime.
Mientras tanto, aquí se habla de la huelga de hambre de los presos mapuches, de sus derechos y la solución del conflicto. Nadie quiera enturbiar la celebración del bicentenario de la independencia con algún acontecimiento molesto: la muerte de algún huelguista y la consiguiente ola publicitaria. La sonrisa oficial del gobierno no debe ser frustrada con acontecimientos molestos.
Sigue lloviendo y las flores del ciruelo se han convertido en alfombra.
domingo, 12 de septiembre de 2010
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