domingo, 10 de abril de 2011

Un café al pasar

Y pasar a la carrera en una noche fría preludiando el otoño que aún no se había manifestado, viniendo a saludar a las sillas y las mesas del café, pedir una cerveza a Leonor y saborearla poco a poco (ya que era la última de su provisión), mientras miro el reloj que me recuerda que tendría que estar en otra parte haciendo otras cosas que han quedado postergadas.
Ya no sé que pasará con este café, es posible que se convierta en otra cosa; por ahora está con su puerta entornada, en las cubiertas de las mesas descansa el polvo de los días, el piano está cerrado, Werner no ha venido más.
Pienso en alguna razón para celebrar. Y bueno, encuentro una, pero es personal. No importa. Se trata del cumpleaños de mi hija, es mañana y no quiere una celebración tradicional, quiere salir al campo. Ay, el campo me pone triste, ignoro la razón.
Lo más cercano a la naturaleza que conozco son los pocos centìmetros de tierra con que cuento alrededor de mi casa para plantar lo que se contente con poco y absorba los gases de los motores de los vehículos que hacen vibrar la pequeña casa cuando pasan. Mañana entonces, iremos a algún lugar alejado para celebrar un aniversario más de una llegada al mundo.

1 comentario:

rolando dijo...

Tía bienamada.
Sus palabras me llenan de melancolía. Tiene razón, poca gente viene al Café, pero Leonor y Amadeo se mantienen en su puesto. Sí, es cierto, Werner ha viajado a Europa y no vuelve. Es la crisis, tía querida. Aqui en mi ciudad cada día descubro más locales cuyos comercios ya se ha muerto. El letrero: se alquila, está en todas partes. Y ya en los típicos bares andaluces se ve muy poca gente. Claro, nuestro Mozart acusa esta crisis. Pero no importa, a veces en las noches nos reunimos algunos seres , casi descarnados, y se oyen murmullos de alegría, de erotismo, de nostalgias. Usted, a esa hora duerme plácidamente en su lecho flanqueado por suaves cortinajes.
Beso sus manos amada tía Laura.