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Música barrial
La luna flota en el cielo del poniente; en la calle un
hombre borracho, loco, o ambos, canta a gritos, casi sin detenerse a tomar
aire. Desde el antejardín de la casa vecina, dos elegantes poodles se alternan
ladrando y aullando en respuesta, también sin parar. Los dueños de casa no han
regresado aún y ellos parecen unir su protesta en este coro destemplado. Estoy
regando el patio y no me queda más opción que escuchar. De pronto, pasa una
ambulancia camino al hospital y otros perros lanzan sus aullidos. Demasiado,
entro y espero que la música de las bestias se calme.
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