
- Un manhattan, por favor Leonor, y como acompañamiento, dile a Amadeo que toque algo de jazz del, digamos, 45 a 50, justo después de la guerra y unos añitos más. Sí, eso precisamente. Y veo entonces la imagen más adecuada a la época. Es la casa de unos amigos de mi madre. Muebles de cuero con base cromada, tocadiscos, un bar bien provisto, un hombre reclinado en un sillón fumando pipa, una mujer hermosa, de pelo negro y ojos verdes, la mejor amiga de mi madre. Todos fumando por puro placer, sin saber nada de consecuencias, cáncer ni otras yerbas. Una pareja como la de Fausto y Crisanta (monitos del Mercurio de la época) cubrecamas de vicuña, jardín con riego automático (toda una novedad, camelias), alfombra de pasto bien cortado, una piscina al fondo. Películas de Dorothy Lamour, Bob Hope y Bing Crosby, la vida cómoda, infaltables aperitivo y cóctel de la tarde, en el verano: casino de Viña. Mundo de adultos, yo, sólo jugos. Quedó la sensación pegada al jazz, viviendo en algún rincón congelado del tiempo.
Y como sólo quedan en la copa unos diminutos trocitos de hielo, me levanto para marcharme.