miércoles, 10 de febrero de 2010

Amadeo

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Vamos hermano! Vamos con otro fado para meternos bien en ambiente y recordar y olvidar para volver a recordar. Hoy Amadeo está inspirado. Tiene peor semblante que nunca, los ojos vidriosos el sudor le corre por el rostro y el cigarrillo parece cobrar vida propia entre sus labios. Pero sus manos corren veloces por el teclado. Bebo mi vino con parsimonia y acaricio el pelo de Leonor que coqueta hace un gesto de desgana. Está ella, sentada aquí a mi lado y nadie más ha llegado al Café. Galva! protesta con coquetería. Quédate tranquilo! De pronto ambos nos sobresaltamos. Amadeo ha dejado de tocar y se lleva las manos al pecho. Qué pasa hermano? Me levanto y lo sostengo y se sienta junto a nosotros. Leonor corre a la cocina. Es la angina hermano, susurra con voz sorda. Desde hace unos días me viene a veces. Dejame descansar aquí un ratito. Leonor ha vuelto con un vaso de agua. No puedo beberme un vinito? No Amadeo estás loco? Hoy ni una gota de alcohol!
Y sí. Amadeo tiene angina de pecho. Le empezó hace poco, un día un dolor fuerte en el pecho sudor frío, ahogos. Y luego se calma. Pero de pronto vienen los ahogos, la arritmia. Sobre todo por las noches. El médico le ha dado unas tabletas, pero se le olvida tomarlas.
Hoy se va acostar a su casa hermano! No Galvarino, replica. Es muy temprano, me muero de frío en la cama. Prefiero quedarme aquí, así, en el sofá del rincón, no molesto a nadie. Y luego seguimos tocando.
LO dejamos sentado en el sofá y Leonor lo cubre con una manta que trajo tía de su viaje a La Ligua.
Amadeo tiene que cuidarse. Sí, pero tú lo conoces bien. No se cuida. Y lo noto cada vez más flaco. Además, anda tristón, melancólico. Claro, se había prendado de Aby, recuerdas? Y ella dejó de venir al Café. Fue como una ilusión que tuvo. Y era sólo eso, ilusión. Cómo me sucedió a mí con el doctor, recuerdas Galvarino? Claro que lo recuerdo cielo. Y a mí, una y mil veces.
Llename la copa cielo! Me contabas que apareció Fidel. Sí, pero sólo estuvo un par de minutos y se fue. Y Elvi? Sí, también, vino con tu tía. Se veía bien, vestida con unas ropas juveniles, y unos pantalones apretados, te habría gustado verla. Por detrás parecía una chiquilla! Ah! qué pena que no la ví. Lo que me he perdido! En fin, Amadeo ya despierta, vení hermano, vamos a cenar algo y te quedás tranquilo. Amadeo va hacia el piano y me sonríe. Y con entusiasmo acomete la sinfonía Neptuno de Mozart.

1 comentario:

Laura dijo...

¡Ese Amadeo es un porfiado! ¿Cómo es eso de no tomarse las píldoras que le recetó el médico? Desde ahora, se las daré yo. Esos artistas se portan todos iguales, como nubes que flotan sin preocuparse de nada, hasta que un rayo los alcanza. ¡No pues, Amadeo, así no nos entendemos!
De hoy en adelante, nada de cigarritos, ni vino, ni nada que se le parezca. Leonor sólo te servirá jugos. ¡Si, no pongas esa cara! Anda, hombre, que te los servirá con una tajadita de limón, unas hojas de menta, cubitos de hielo que sonarán como música, en fin, ni te darás cuenta. Para olvidarte del cigarro: caramelos que lo imitan hasta en la marca. Verás como te acostumbras y dejas de toser como asmático. ¿Estás mejor, bueno....Leonor, tráeme un....no no, olvídate, un té helado, por favor.