Este domingo amaneció soleado y brillante después de la lluvia. Como era el día del patrimonio y se podían visitar lugares especiales, como la casa de gobierno, el Banco Central y otros edificios que están vedados al público el resto del año, fui a probar suerte. Tarde. Las colas de gente interesada en lo mismo eran kilométricas. De manera que todo se redujo a comprar un helado y recorrer algunas de las antiguas calles del trajín cotidiano de otra época. Las tiendas estaban cerradas y aunque circulaba mucha gente, el silencio se notaba. Daban ganas de andar y andar por todos los recorridos. Pero el acompañante estaba impaciente y tuvimos que volver. Pienso que algo tan sencillo como dar unas vueltas por el centro de la ciudad es un lujo. Aunque algo caro: significa un total de dos horas y media en un bus. En la Plaza de Armas, circulaban muchachas vestidas a la moda del 1800, después de haber participado en un baile que congregó muchísima gente; en otro lugar, actores vestidos de soldados de época eran el centro de la atención de los fotógrafos, hubo desfile de automóviles de colección, globos, organilleros, etc. De fondo, la cordillera lucía su nieve reciente. Ojalá que el nuevo presidente no termine con esta costumbre, nacida durante el gobierno post dictadura.
Lamento haber olvidado mi celular, porque pensaba tomar algunas fotos.