domingo, 14 de agosto de 2011

CONFESIONES

(Por alguna misteriosa razón, la línea precedente tiene una raya inferior que no pude quitar).
Yo sigo floja y medio paralizada, creo que sobreviviría en una cama que pudiera movilizarse y hasta volar un poco, siempre y cuando contara con un funcionario todo servicio que hiciera todo lo que yo debería hacer. Si, yo me hago propósitos por cumplir y generalmente no los llevo a cabo; peor sería para mí no hacer ninguno, porque entonces la inercia sería total. Además, he andado de mal humor desde el viernes pasado.
Ocurre que el Senama, una organización estatal que se ocupa de los ancianos...perdón, adultos mayores,
citó a los encargados de los clubes de a.m. para recibir un beneficio otorgado anualmente por esa entidad.
Se los condujo al enorme anfiteatro de la Escuela de Investigaciones, donde cabíamos todos los representantes de la región metropolitana. Fue toda una hazaña lograr los únicos asientos disponibles, tras el tortuoso recorrido sobre las rodillas de los demás. Y comenzó el espectáculo, en extremo latero, salpicado de frases, discursos y latiguillos resaltando la importantísima labor del gobierno actual - que lo ha hecho todo - y a quien debemos todo. El presentador dirigía todo el asunto, pidiendo aplausos para los representantes derechistas y gobiernistas que estaban en la sala. Las 3 que íbamos del mismo grupo logramos salir antes del último numerito musical. ¿por qué razón a los viejecillos se les tira musiquilla de comienzos del siglo pasado, como si todos nos hubiéramos quedado pegados en la infancia?

Por habernos escapado antes, logramos retirar el documento necesario, sin las larguisimas colas que se armaron después.
Para colmo, los gentiles acomodadores, se dirigían a nosotras con lo que se usa en nuestros barrios marginales: "mi niña" ¡Horror! Lo hacen de puro amables, claro, pero nos da urticaria. Antes se usaba decirle a las mujeres: "dama". Todavía lo emplean los policías, vendedores de la periferia y municipales. La palabrita en si es inofensiva, pero le cuelga como a un ekeko, una larga serie de alusiones, significados, costumbres, que la pueden convertir en un proyectil. 
Luego, esperamos por cerca de 45 minutos al bus que nos habia llevado allí.
Quedé un tanto indignada por haber tenido que ir por obligación. De modo que al día siguiente, cuando había que informar al grupo, apenas saludé a las comadres, siendo que se espera que una salude a todos en forma individual. ¡Ay, me cuesta taaaaanto intentar ser civilizada!
Estoy considerando este café como un confesionario. ¿Será que extraño esa horrible costumbre de los años escolares? Aunque, si se piensa en el asunto, no es una costumbre tan horrible, ya que los no creyentes tienen que recurrir a un psicólogo, lo que es bastante más caro, pero, con la ventaja que éste no da penitencia, no nos culpa, sino, simplemente  escucha.

Abrazos y besos

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