sábado, 21 de marzo de 2009

El espíritu del guerrero

Aunque nos han hecho creer que si dejamos de aferrarnos acabaremos sin nada, la vida nos demuestra lo contrario una y otra vez: el desprendimiento es el camino que nos lleva a la verdadera libertad.
Así como las olas no dañan las rocas al chocar contra ellas, sino que las erosionan y esculpen dándoles bellas formas, también los cambios pueden modelar nuestro carácter y suavizar nuestras aristas. Mediante las tempestades del cambio podemos aprender a cultivar una calma llena de dulzura, pero inquebrantable. La confianza en nosotros mismos va en aumento y llega a ser tan fuerte que la bondad y la compasión empiezan a emanar naturalmente de nosotros y a llevar la alegría a los demás. Es esta bondad fundamental que existe en cada uno de nosotros lo que sobrevivirá a la muerte. Nuestra vida entera consiste en una enseñanza sobre cómo descubrir esa poderosa bondad y un entrenamiento para realizarla en nosotros mismos.
Así cada vez que las pérdidas y las decepciones de la vida nos dan una lección de impermanencia, nos acercan a la verdad.
Cuando se cae desde una gran altura, solo hay un lugar al que se puede ir a parar: al suelo; el suelo de la verdad. Y si se tiene la comprensión que proviene de la práctica espiritual, la caída no es en absoluto un desastre, sino el descubrimiento de un refugio interior.
Correctamente entendidos y utilizados, los obstáculos y las dificultades a menudo pueden resultar una fuente inesperada de energías. Es las biografías de los maestros se observa con frecuencia que de no haberse enfrentado a obstáculos y dificultades no habrían descubierto la fuerza que necesitaban para superarlos. Éste fue, por ejemplo, el caso de Gesar, el gran rey guerrero del Tibet, cuyas enseñanzas constituyen la mayor epopeya de la literatura tibetana. Gesar significa “indomable”, una persona a la que nunca se puede abatir. Desde el momento en que nació, su malvado tío Trotung intentó lo inimaginable para eliminarlo, pero a cada tentativa Gesar se volvía más y más fuerte. De hecho, gracias a su tío Trotung, Gesar llegó a ser tan poderoso. De ahí el proverbio tibetano: Trotung tro ma tung na, Gesar ge mi sar, que significa: sin la maldad y las maquinaciones de Trotung, Gesar jamás hubiera podido llegar tan alto.
Para los tibetanos, Gesar no solo es un guerrero en el sentido habitual del término, sino también en el aspecto espiritual. Para ser un guerrero espiritual es necesario desarrollar un determinado tipo de coraje, profundamente inteligente, apacible e intrépido. Y aunque los guerreros espirituales pueden seguir sintiendo miedo, son lo suficientemente valientes para probar el sufrimiento, para establecer una relación clara con su miedo fundamental y para no evadirse a la hora de extraer lecciones de las dificultades. Tal como nos dice Chögyam Trungpa Rimpoché, llegar a ser un guerrero significa que “somos capaces de cambiar nuestra mezquina lucha en pos de la seguridad por una visión mucho más amplia, hecha de audacia, de apertura y de un heroísmo auténtico…”Entrar en el campo transformador de esta visión mucho más amplia es aprender a sentirnos a nuestras anchas con los cambios y hacer de la impermanencia nuestra amiga.
De "El libro tibetano de la vida y de la muerte" Sogyal Rimpoché
Quiero ser como Gesar, Leonor, por favor un café, un abrazo a todas. Laia.

3 comentarios:

Marsa dijo...

Mi querida Laia, ¡es ten hermosa la filosofía budista, que nos convence inmediatamente (como convence el mar, o la noche estrellada), de que todo es posible, y con nuestras simples fuerzas, podremos.

Y sin embargo la sensación de cansancio y desprotección en ciertos momentos de la vida, es demoledora. Algunas vivencias nos dejan acobardados para una temporada.

Tal vez necesitemos meditación, estudio y crecimiento interior para afrontar tanto dolor... porque no sólo se trata del dolor propio, se trata del Dolor.

Así y todo hay que agradecer, y mucho a esta filosofía que -como con la lectura de este texto que hoy nos dejas- nos abre la puerta de la esperanza.

Si así se narra, así será. Marsa

abi dijo...

Laia, pareciera que mi vida me obligara a llevar escudos defensivos, almohadones para tantas caídas. He leído mucho sobre el guerrero espiritual, pero he de decirte que a veces es como dice Marsita "...Y sin embargo la sensación de cansancio y desprotección en ciertos momentos de la vida, es demoledora. Algunas vivencias nos dejan acobardados para una temporada..."

Tengo cierto cansancio de ser heroica. Pero bueno, ese cansancio causa una tensión: quiero salir de él y recuperar paz, calma y armonía. Espero que el lograrlo me lleve poco tiempo.

A pesar de lo dicho, mi consuelo es que nunca me he perdido a mí misma; pero ahora ello no es suficiente, lo que pienso que es obvio para cualquiera.

Un abrazo a tod@s!

Laura dijo...

A propósito de que las dificultades fortalecen, traigo esta frase de “Becket o el honor de Dios” de Anouilh. Dice Becket (Sto. Tomás de Canterbury):


No hay que desesperar demasiado al enemigo.. Eso lo fortalece. La dulzura es la mejor política. Ablanda. Una buena dominación no debe destruir, debe podrir.