jueves, 8 de enero de 2009

Día a día





Triste y laborioso es desarmar la parafernalia pascuera y guardar los elementos hasta la próxima temporada. Todo se ve mas ordenado ahora, hasta con aires de minimalismo. Leonor está descansando y reponiendo fuerzas con una pizza del boliche de la esquina. De Amadeo, ni rastros, siempre se las arregla para desaparecer cuando hay algún esfuerzo de por medio.

Werner se ha encerrado en su despacho mientras madura planes para hacer cambios en su café.

Piensa en las amenazas que se ciernen sobre los futuros meses, cuando no aparezcan clientes y se vea en duros aprietos para seguir adelante. Desde aquí se escucha la Quinta de Beethoven a todo volumen.


El próximo 26 de enero, comienza el año chino del búfalo, vaca, toro. Pero no quiero ni averiguar lo que trae consigo el animalillo. Todo lo que venga mas allá de la siguiente media hora, ya es demasiado.


¡Buenas noticias! Acabo de encontrar la botella de champaña que dejé reservada. Me la llevaré a casa para paladearla con otra música menos solemne.

2 comentarios:

Laura dijo...

He vuelto a caer en los lugares comunes. Me llevé una copa de la bebida al patio, instalándome entre los arbustos, mirando el cielo todavía luminoso a las 9 de la noche, la luna creciente que se va llenando, el pino estrecho y largo que alguna vez caerá sobre el tejado (pero que feo se vería cortado por la mitad), mientras escucho los sonidos de acomodo de algún pájaro poniéndose a dormir y las bocinas impacientes de algún vehículo. Ahora pienso en la tarea autoimpuesta. Sentir algún interés en salir de vacaciones. Nada. Por lo visto, he tomado este espacio abierto a la nada como un diario de vida que nunca antes llevé. Nunca es tarde (Los l.c. los tengo cosidos en la piel de la sesera) Me parece que es un síntoma de regresión. Pero, entre tanto síntoma que aparece como viruela ¿qué mas da uno más?

rolando dijo...

Así me gusta ver y escuchar a mi amada tía! De pronto reflexiona y se ve plasmando un diario que es al mismo tiempo hablar consigo y hablar con los otros.
Puede ser una regresión, pero es una regresión placentera. Yo estoy por acompañarla en ese retroceder buscando en el camino alguna gema que se nos quedó perdida. Estoy en ello aunque aún no vuelque en las esquinas de este Café todo lo que me va corriendo por las venas.
Y no olvide tía Laura que las mejores vacaciones es cuando podemos quedarnos en paz, con una copa en las manos, un libro y una ilusión en el pecho.
A sus plantas.