domingo, 11 de enero de 2009

Siempre en domingo




Esta mañana estuve quitando las flores marchitas de los geranios o cardenales. Me gusta el aroma penetrante de sus tallos frescos, el mismo que cuando niña me parecía desagradable. Noto que he ido descubriendo lentamente el agrado de oler las diferentes plantas, no todas son agradables y algunas son venenosas al tacto, pero la mayoría son inofensivas y huelen bien. Es como aprender a diferenciar los sabores; al comienzo todo lo nuevo sabe extraño y se tiende a rechazar, pero al cabo del tiempo, se los comienza a reconocer y terminan por ser aceptados.
Bebo una gran taza de café mientras espero que el sol se oculte y pueda salir a regar en estos días en que todo está en calma, no hay compromisos urgentes, ni clases y quedan aún dos días libres antes de la próxima actividad.
Por eso he dejado algunas averiguaciones para fines de mes.
Les temo a estos días, es justo cuando se dejan caer los imprevistos.

1 comentario:

rolando dijo...

tía querida que no haya venido ningún improviso y usted pueda haber disfrutado y continúe, de ese maravilloso verano santiaguino, perdonando las lógicas molestias del calor.
Yo aquí, con este frío inusual para el invierno andaluz, intento sobrevivir pegado a la estufa, o recorriendo con paso rápido las gélidas calles.
Me encanta su reflexión sobre el olor de los tallos, el acostumbramiento a lo extraño y lo único que considero injusto es su observación acerca de mi querido Amadeo que poco ayuda en tareas domésticas. Con su deplorable físico, sus huesos que se mantienen de milagro en su sitio, las tos que no la da tregua, la falta de sueño, nuestro eximio músico sólo puede tocar el piano. Alguna vez una de nuestras queridas compañeras expresó con timidez cierta atracción hacia nuestro amigo amado. Creo que fue Aby. Pero se ve que la cosa no se hizo carne.
Por eso le pido tía bienamada, tenga usted com-pasión del artista portugués que le proporciona tantos y tan hermosos momentos musicales.