hit counterTermina la clase y nos cambiamos los zapatos. Las sillas están amontonadas como siempre lo hacen los días en que la clase de tango llena este boliche. Hoy he aprendido unos dibujos nuevos, que uno hace con los pies y un quiebre de cadera que en el hombre resulta muy elegante. Al menos así me parece.
Ahora una cervecita Patricia, que es la típica de esta ciudad y me iré por allí a pasear aún un rato pues la noche está fresca y agradable pero el viento ha amainado. Recorrer la Rambla de Montevideo es una gozada. Camina mucha gente y otros muchos están instalados en la baranda del río y toman su mate con parsimonio mientras platican los dos grandes temas del momento. Las elecciones del proximo Domingo y la posibilidad aún, que el Uruguay quede seleccionado para el mundial de Sudafrica.
La celeste perdió frente a la Argentina en un partido dramático que pudimos contemplar en vivo en el Estadio Centenario y pudimos conocer a nuestros ídolos Messi, Iguaín, Forlán.
Las calles lucen embaderadas por los trapos de los pArtidos y por todas hay manifestaciones. Hace años que no veía este jolgorio electoral. En Europa no se estila. Allá las cosas son más medida, el alejamiento de la política es inmenso, casi nadie asiste a las manifestaciones, al menos que se trate de una reivindicación laboral o de grupos organizados que arrean a los padres a manifestarse contra el gobierno por leyes horribles relacionadas con el aborto,el problema de los inmigrantes o la educación laica.
Aquí la política está viva. La gran cultura ciudadana de este pueblo hace que todo el mundo tiene una opinión política, aunque sea para discrepar. Esto es el resultado de una país con una vieja cultura liberal donde en los años veinte se decretaban leyes como la separación de la Iglesia de las cosas del mundo, la ley del aborto y la ley del divorcio. Y por supuesto la ley de alfabetización que hizo de esta tierra uno de los lugares más cultos de latinoamérica.
Así, paseo por la rambla, recibiendo la brisa de este mar que es un río, y me empino por calles arboladas con grandes plátanos, altos y añosos, que en su afán de crecer y expandirse asoman sus enormes raices por las veredas, destrozando las aceras y el caminante debe tener sumo cuidado en no caerse, atrapado por las raices insolentes de los árboles.
Mañana iré a un boliche que presenta un programa de tango en donde se escucha cantores locales, se baila y se sirve un asado que le recuerda a algún paraiso perdido. Todo regado con los buenos caldos de la tierra como el Tanat y el Don Pascual.
Es linda esta tierra porque es sencilla, porque no ha venido el último grito de la moda y las casas están viejas, las calles están viejas y el río luce su color de tierra y de cobre. Aquí salen los candidatos y pregonan a los cuatro vientos sus proyectos. Son todos mayores. Politicos de la Tercera Edad y muchos jóvenes protestan. Una pena que aún no haya llegado la moda joven a la politica uruguaya.
Ahora ya cansado me pasaré por el Café a conversar un vinito con Amadeo, a contemplar la bella espalda de Leonor y a esperar a que aparezca mi hermosa y solitaria tía con sus susurros vespertinos. Me cuenta Leonor, que desde se quedó sola, todos la abandonamos, pasa cada noche por el Café, pide a Amadeo un tema de Satie y se sienta en la última mesa junto a una copa de absenta y escribe cartas a sus viejos amantes, casi todos muertos. Allí permanece, a veces quieta como una figura de mármol, y solo cuando Amadeo concluye la última nota y le brinda una leve reverencia, ella levanta la vista y sonríe melancólica con esos hermosos ojos que conocen la vida y los entresijos de ese Santiago acongojado e inefable.
Espero que De repente, desde las marismas de la noche, surjan las figuras de Jorgelina, de Ana Florencia, de Marsa, de todas las otras amigas, que viajan en trenes de lejanía por regiones ignotas.
Yo estaré aquí junto a los míos, esperando vuestro regreso.